El distraído tropezó con ella.
Y cuando volvió a pasar, volvió a tropezar.
El violento la utilizó de proyectil.
Pero le volvieron muchas más como respuesta.
El cantero la talló y luego otros construyeron con ella.
Primero un muro, luego una habitación, después un edificio y al final una ciudad.
Al indeciso le cerró el camino, impidiéndole avanzar.
Aburrido se quedó llorando esperando que desapareciera. Pero no lo hizo.
El decidido le pegó una patada apartándola sin miramientos.
A los dos minutos no recordaba haberla visto siquiera.
El campesino, cansado, la utilizó de asiento. Tomó resuello y siguió su camino.
El visionario se subió encima y descubrió un mundo nuevo.
Para los niños, fue un juguete. Les entretuvo hasta la siguiente primavera.
El tímido se escondió tras ella, esperando que pasara la tormenta.
David, mató a Goliat. Pero fue por casualidad.
Miguel Ángel extrajo de sus entrañas la más bella escultura.
¿Y yo? Estoy ante la piedra.
La piedra, con ser distinta, siempre es la misma, la diferencia no está en la piedra, sino en como cada uno de nosotros la aborda. No existen piedras que no se puedan aprovechar para el propio crecimiento, las mismas piedras que nos hacer tropezar o nos obstruyen el camino, nos pueden ayudar a sacar lo mejor de nosotros mismos.
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