Hoy si he visto tu sonrisa iluminando la sala. Llegaste tarde, como siempre, pero con esa extraña virtud de llenarlo todo con tu presencia, de repente, y durante un instante, todos supimos algo de ti.
Ya no confiaba en que llegaras, ni siquiera te guardé sitio a mi lado, alguien se sentó y no le incomodé con la seguridad de que aquel asiento vacio no iba a ser necesario, aunque todavía esperanzado por saber algo de ti.
Desde la otra punta de la sala me he sentido arropado por ti, deseando cruzarla para sentarme a tu lado y desistiendo la tentación ante la posibilidad, no remota, de acabar despanzurrado por una caída, y tan solo por disfrutar algo de ti.
Tras mil vueltas y remoloneos nos hemos encontrado y he vuelto a sentir esas viejas sensaciones de cómplices ambigüedades, bailes de miradas y noches estiradas, aquellas que apurábamos por que sabíamos que quizá no se repetirían, afortunadamente aún queda algo de ti.
Anhelo el próximo encuentro, quizá casual, quizá buscado. La pelota en tu tejado y la esperanza ya no de tener todo de ti, sino al menos disfrutar de algo de ti.