18 agosto 2007

El muro

Si, ese infranqueable que parece ser que coloco delante, impidiendo a cuantos se acercan conocerme realmente.
¿Existe? Soy de la opinión de que todos representamos un papel, un rol distinto en cada momento, y que en función de lo que creemos que los demandantes de rol (amigos, familia, clientes, empleados, pareja, el vecino o el guardia civil que nos acaba de parar) esperan de nosotros nos comportamos. ¿Y cada uno de esos roles no es mi yo auténtico? ¡Pues claro que si!
No es posible la máxima "muestraté como eres", ¡Bah! No me creo que la mayoria, seguro que hay excepciones, sean ajenos a la opinión de los demás, y si no son ajenos, se disfrazan de payasos para actuar en el circo de la vida, o se ponen la pajarita, o hinchan pecho y esconde barriga o se pintan los labios y se ponen colorete. Casi todos (ya sé, tu no, eres la brillante excepción) nos sentimos influenciados por la opinión, crítica, juicio, valoración de los demás. En mayor o menor medida, es cierto, y en el fondo hasta creo que es conveniente, no sé si nuestra civilización soportaría que cada uno de nosotros actuara sin que le importará lo que los demás pensarán de él. Es un buen ejercicio de imaginación.
Volviendo al muro. Es cierto yo pongo mi muro ante mis emociones, habitualmente me protejo (o creo protejerme) escondiéndolas tras una fachada de seguridad e indiferencia. Soy consciente, porque mucha gente me lo ha dicho. Tampoco sé si es bueno o malo. No considero mejor ni peor al que vá expresando sus sentimientos de forma abierta. Tampoco creo que yo los pueda esconder tal como dicen. Es posible que no los comunique verbalmente, pero ya sabes que la comunicación no verbal es el 70% de la comunicación. Aunque pensándolo bien, si soy tan bueno podría dedicarme a la interpretación, quizá sea mi vocación escondida.
Supongo que la razón es la de siempre: el MIEDO. Ese poderoso activista que nos visita constantemente recordándonos lo que podemos perder, la vergüenza que nos pueden hacer pasar, el ridículo, la soledad, el juicio de los demás, el rechazo. Del miedo escribiré otro día, porque se merece algo más.
¿Y el camino? Púes no lo tengo claro, como no sé si es bueno o malo, es dificil discernir cual es el camino correcto. De momento bailar con el miedo, y por supuesto disfrutar del baile.

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