Cierras los ojos, sabiendo que es mejor no afrontar la situación, no sea que te obligue a tomar una decisión que no es la políticamente correcta. Juzgas con tu cabeza, pero no con tu corazón, piensas en los demás y en el que dirán, y sigues, claro, el camino ya trazado, el fácil, el que no ofrece ningún riesgo, aunque quizá tampoco ninguna ilusión.
Encuentras a faltar algo, pero no arriesgas nada para conseguirlo. Porque... ¿Que pasaría si lo consiguieras? quizá ahora no sabrías ya de que quejarte. Te dejas adular por que cuando sientes que te agasajan, el tiempo se para durante un instante de puro placer, pero cuando el reloj reemprende la marcha, tu sigue inmóvil sin responder a los estímulos, te aterrorizas, la inercia puede contigo. "No seré yo quien arriesgue un ápice" te dices, quizá con razón.
Encuentras a faltar algo, pero no arriesgas nada para conseguirlo. Porque... ¿Que pasaría si lo consiguieras? quizá ahora no sabrías ya de que quejarte. Te dejas adular por que cuando sientes que te agasajan, el tiempo se para durante un instante de puro placer, pero cuando el reloj reemprende la marcha, tu sigue inmóvil sin responder a los estímulos, te aterrorizas, la inercia puede contigo. "No seré yo quien arriesgue un ápice" te dices, quizá con razón.
Y mientras tanto la vida sucede a tu alrededor, y tu crees estar viviéndola, pero no sabes que una mañana despertarás, mirarás alrededor y te preguntarás por que elegiste aquel camino suave y transitado que te ha llevado al aburrimiento, en vez de escoger el otro, el difícil, el diferente, el emocionante, el que te daba miedo, pero que ahora, ya tarde, sabes que te hubiera llevado a la vivencia de una aventura apasionante.
Y dentro de un tiempo, acabado el camino, renegarás de tu cobardía que te habrá llevado hasta este triste y previsible final en vez de llevarte a las estrellas.