13 enero 2008

El juego

Hace tiempo que no practico el juego, ayer me decidí de nuevo. La tensión previa es importante, pero intento tranquilizarme, sé que soy capaz, lo he practicado cientos de veces, y soy muy bueno, no debo de temer.
Ojeo a los posibles adversarios, no les tengo miedo, son ellos los que debe temerme, pero lo desconocido siempre causa desazón. Me deseo suerte y comienza el baile, me noto torpe, incomodo, hace tanto tiempo, que mis pasos son inseguros y patosos. No domino la pista, y desde el principio no llevo la iniciativa.
Tengo que salir de los pasos conocidos, que los dos estemos en igualdad de condiciones, pronto lo consigo, empiezo a vislumbrar su inseguridad. Se nota en su indecisión, sus pausas, sus dudas.
De pronto veo la ocasión, voy a asestar el golpe, el corazón se acelera, sé que si fallo el juego se volverá contra mi y me iré a casa con el rabo entre las piernas. Me he prometido ser cauto, no cometer errores, esperar a que tropiece y caiga. Aquí está la ocasión, pero para aprovecharla he de descubrir mis cartas, arriesgarlo todo. Vamos allá.
He subestimado a mi adversario, se ve arrinconado y se escabulle y retuerce como un león encerrado. Evito sus zarpazos, por un momento, pienso que se escapa, andamos por el filo de la navaja, un ligero error y adiós. El corazón a cien.
Paseo impaciente, está hecho, ya es solo cuestión de técnica, no tiene escapatoria, solo yo lo puedo echar a perder, pero sé que lo puedo echar a perder, no sería la primera vez.
Me limito a apretar y apretar, está contra las cuerdas, desvalido, hundido, solo se retuerce, no dejo que me alcancen sus dentelladas.
Claudica, respiro, ya solo queda disfrutar del triunfo, porque mañana el juego puede llevarme a la derrota.

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