02 enero 2008

Estúpidos

Situación: una comentario estúpido proferido por un tipo aún más estúpido durante la comida me hace saltar y responder a su comentario en voz alta.
El comentario en cuestión es el pan nuestro de cada día, en este caso el estúpido estaba comentado la noticia que el telediario estaba dando en ese momento de los disturbios en Kenia.
Probablemente el estúpido no tiene ni idea de que en Kenia se acaban de celebrar elecciones, ni sabe quien es el presidente Mwai Kibaki, ni el opositor Raila Odinga, ni quienes son los kikuyo ni los lua, y probablemente no sepa situar Kenia en el mapa, pero, el estúpido se ha atrevido a proponer una solución: lanzar bombas hasta acabar con todos, que así no se mataran entre ellos.
No ha llegado a proponer quien debe pagar las bombas y los aviones y de donde han de ser los soldados que las lancen.
Ni por supuesto, en el caso de que nos toque lanzarlas a nosotros, aunque no sé muy bien quienes somos nosotros, si nos subirán los impuestos para pagar el gasto o renunciaremos a alguna carretera o a algún hospital, por lo que supongo que el estúpido solo proponía una solución teórica, no real.
La cuestión es que esta vez, al contrario que otras no me podido contener y le he reprendido, para inmediatamente darme cuenta de que también estaba siendo un estúpido. Porque es difícil hablar con un estúpido sin convertirte en uno de ellos.
Que a todo mundo nos gusta la gente como nosotros, es obvio.
Los que visten con la misma clase de ropa, trabajan en cosas parecidas a la nuestra, tiene aficiones similares, son de nuestro equipo de fútbol, pertenecen a nuestra clase social, son de nuestro pueblo, o practican nuestra religión, o son afines políticamente, hablan igual que nosotros o incluso los que son de nuestro país o nuestra raza, nos caen mejor, que le vamos a hacer.
Y por tanto, los que no son como nosotros, nos caen peor que los otros, lo que no quiere decir que a todos nos caigan mal, claro.
Pero de ahí a proponer que se bombardee y extermine a los que no comparten con nosotros raza, país, idioma, ideas políticas, religión, clase social, pueblo, equipo de fútbol, aficiones, trabajo o ropa hay un abismo que el estúpido en cuestión había traspasado sin ningún pudor, al menos dialécticamente.
¿La razones?, no importan, ha empezado justificando en que se estaban matando entre ellos, y al final ha reconocido que de nunca le han gustado los negros, con lo que supongo que el hecho de que se maten o no entre sí no cambia su propuesta de "Solución Final" claramente inspirada en la "Endlösung" nazi, aunque menos trabajada.
Si al menos la hubiera justificado con que entre ellos había unos cuantos estúpidos y a continuación hubiera propuesto nuestra autodestrucción por la misma razón, al menos me habría inspirado un segundo de complicidad.
Lo que me hace sentir mal no es que el estúpido diga eso, ni que haya muchos estúpidos que lo hagan, sino mis contradicciones.
Por un lado el estúpido dice estupideces, y por eso se convirtió en un estúpido, porque antes oyó esas mismas estupideces de boca de otros estúpidos, y aquí es donde me enfrento a mis contradicciones.
¿Que debo hacer? Respetar la libertad de expresión del estúpido y hacer como si no le oído, permitiendo, no que se exprese, sino que propague ideas que han llevado y llevaran el sufrimiento a miles de personas o enfrentarme a él intentando convencerlo desde mis posturas, quizá tan estúpidas como las suyas, de que está diciendo estupideces.
Y es que, como decía la "Juana de Arco" de Schindler: "Contra la estupidez los propios dioses luchan en vano"

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Estamos en guerra!...continuamente. El primero que entregue sus armas o dialogue con bandera blanca será presa fácil, y jugosa. Yo soy depredador, honro a mi ser, y escojo el siguiente bocado. ¿qué habrá mañana para comer? uhm.