Días de silencio sobrevuelan las semanas, agobiante silencio.
Esperas, pero nada, no suena el teléfono. Silencio sepulcral.
Viajas en silencio, no dices nada, a tu lado solo oigo respirar, aparte de eso. Escucho el vacio.
Nada tras las puerta, quizá el viento que se cuela por una rendija, abro esperando encontrar un sollozo o quizá una risa. Solo silencio.
Me despierto a medianoche y silencio. Compruebo mi correo, silencio.
Grito y no me oigo. No, no grito, si gritara no oiría mi silencio.
Yo podría romper el silencio, no lo hago, disfruto del silencio, me relamo degustándolo, sintiéndolo, tocándolo.
Hoy el silencio me ha despertado de mi sueño profundo y frío, he escuchado con atención y allí estaba, como siempre, en lo profundo y oscuro, acechando.
Me descubro con el móvil en la mano, considero acabar con él, pero me es tan familiar, tan cotidiano, que no sé si sabría vivir sin él. En el fondo quizá no quiera que desaparezca, solo a ratos un poquito de alboroto, pero que no se vaya muy lejos.
Oigo un zumbido sordo, me incomoda. ¿Y mi silencio? Ya pasó, descanso tranquilo, aquí estamos tu y yo. Solos. De nuevo.
Mañana, quizás, espere no encontrarte en casa cuando abra la puerta espectante.
Seguro que no me defrauda. Estará allí, y yo, una vez más, no sabré si reír o llorar.
1 comentario:
He pasado por aqui y me he quedado a escuchar The sound of silence, jajaja... parece paradójico, no?
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