Acabamos de recoger los restos de la falla, ya quemada y acabado el ejercicio. Como cada año cuando llego a casa después de la Cremá y la paliza del día de San José con: la ofrenda, la comida, preparar la cremá y recoger después los restos de la batalla; estoy agotado pero satisfecho. Como siempre inquieto, dándole vueltas a que podríamos haber hecho mejor, y recordando cada una de las mil emociones que se agolpan en estos 5 días mágicos.
Por que las fallas son eso, emociones. Cientos de momentos que hacen aparecer cada una de estas sensaciones que pueblan nuestro corazón.
Desde la inquietud y a veces casi vergüenza de no haber participado y ayudado en tanto como podía haberlo hecho en el traslado de la falla y la plantá, donde mucho de mis falleros de dejan la piel, a veces literalmente y yo me escaqueo más de lo debido con escusas muchas veces vanas.
Al orgullo de haber plantado con más o menos ayuda por mi parte una falla fantástica que sabes que va a estar entre las mejores. Y los nervios de la tarde de la entrega de premios con la emocionantísima lectura de los mismos y la casi decepción previa por una filtración y el estallido de alegría compartida por haber conseguido el primer premio de la sección especial, pero la casi pena, por que ya nos hemos acostumbrado a él y se disfruta muchos menos que la primera vez que lo conseguimos.
Y la piel de gallina con los acordes de la charanga con sus chocolateros y sus valencias, y el gozo de ver desfilar a tu comisión, aunque tu no estés, llegando triunfante a casa con los banderines de reconocimiento.
Y el paso de cada una de las comisiones de la comarca tocando el "Campeones, Campeones", que eriza la piel por venir de quien viene.
Y esas noches con el casal y el baile abarrotados y los records de las cajas de fallas, que nos ayudan a mantener todo esto y las visitas de los amigos a los que muestras orgulloso el fruto del trabajo y la ilusión no ya de solo un año, sino de muchos.
Y el escaqueo medio culpable por no querer ir continuamente a la barra a sacar copas para los amigos, porque no haría otra cosa en toda la noche y me perdería mi fiesta.
Y el mal rollo entre triste e indignado con los pocos que sigue queriendo una falla solo para los falleros y donde la "chusma" como la llaman ellos, no entre, pese a que esa chusma es en general amigos y familiares de todos y cada uno de los falleros.
La euforia del momento de la mascletá, mientras retumba el "terratremol" y tu sientes como el suelo vibra, y la alegre tristeza de ver quemar el fruto de un año de trabajo, sabiendo que es imprescindible hacerlo para volver a comenzar el ciclo.
La soledad por su ausencia, ya que sigue lejos, enormemente lejos pese a su continua presencia, aquí también.
Y la emoción y las ganas por presentarme a presidente y la sensatez de decir; "No te metas en esos jaleos, que bastantes tienes" y el miedo de ver que los pocos que se pueden echar para adelante no comparten precisamente el mismo modelo de falla, abierta, popular, avariciosa de premios y de crecer, orgullosa de ser el centro de la fiesta y deseando profundizar para que cada uno de los que pase por allí se sienta como en su casa.
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