28 julio 2008

Sambanoo te quiero

Cuando tropiezas con un país tan diferente como Mongolia, donde tus referencias vitales y culturales apenas tienen cabida, tienes la sensación de no conocer apenas nada del mundo en el que vivimos.

Mongolia es un país tan lejano en todos los aspectos que casi no sabía que me iba a encontrar. Y me encontré varias cosas.

Paisajes. Un durísimo desierto del Goby, hielo a 40 ºC en la garganta de Yolym Am en el parque Nacional de Gurvasaikhan, aguas termales, 120 Km de dunas de arena finísima en Hongor que se desmorona ante cada paso, el precioso volcán Khorgo y el mar de lava y el lago Terhiin Tsaagan Nuur con sus ovoos fantásticos y sus aguas frías, las inmensas estepas, surcadas por caminos y senderos tan fáciles de perderse en ellos, el lago Hövsgöl de aguas cristalinas, inmenso, precioso, rodeado de montañas llenas de cedros que si que vimos y renos, alces, lobos y osos que no vimos.


Fauna y Flora: El animal que nos marcó creo que fue la mosca, sobre todo en la segunda mitad del viaje, una vez salimos del sur desértico, pero que se puede esperar de una sociedad ganadera: caballos, yaks, camellos bactrianos, vacas, ovejas y cabras son la forma de vida de los pastores mongoles. También vimos águilas y renos domesticados y en cuanto a fauna en estado salvaje pues solo algunos milanos, muchos buitres, un águila acomodada a orillas de la "carretera", muchos roedores similares a perritos de la praderas y bastantes lagartos de pequeño tamaño, a alguien le pareció ver un corzo, pero no hay pruebas documentales. De la flora lo más curioso fueron las flores de Edelweiss que a todos nos sorprendió encontrar en las praderas asiáticas y la magistral clase sobre coníferas que nos dió Carles aprovechando la abundancia de cedros y pinos.


Gentes: Amables y hospitalarios, nos han acogido en sus casas y nos han tratado como amigos, acercándose, preguntando, ofreciéndose. Un pueblo sabio y orgulloso de su pasado y creo que ambicioso en su futuro. Desde Ganka nuestro guia que empezó tímido, pero acabo sorprendiéndonos con su fina ironía conforme iba cogiendo confianza con el idioma y con el grupo, a Mogui, la gerente de nuestro último campo, siempre con una sonrisa y preguntándonos a todos nuestros nombre y presentándose, pasando por los niños que se acercaron a nosotros, las familias que nos acogieron en sus casas, la amabilidad general de las gentes de los Ger Camps o el simpático "Champion" nuestro conductor que si saber una palabra de español (ni de inglés) se hizo uno más del grupo y fue una parte imprescindible del viaje.



Historia: Pese a los pocos vestigios que vimos, está tierra rezuma historia. Paleo historia en las escavaciones del Goby, estelas neolíticas por doquier marcando el pasar del tiempo a lo largo de los siglos, el imperio mongol, con Chinggis Khan y sus descendientes presentes en cada edificio público, en cada marca, en cada casa. Los restos de su antigua capital Karakorum. El advenimiento del budismo con los templos actuales y pasados y la complacencia manchú. Y por supuesto la revolución, la segunda guerra mundial (si, Mongolia estuvo en guerra del lado aliado) y la presencia soviética durante casi todo el siglo XX, hasta la llegada de la democracia. Incluimos el último episodio 2 días antes de partir, donde la sede del Partido Revolucionario del Pueblo Mongol fue asaltada y quemada en una revuelta popular fruto de las últimas elecciones, allí estaban los restos para que nosotros diéramos fe.

Arte y monumentos: La arquitectura es escasa pues quedan pocos vestigios del pasado, algunos templos budistas como el de Erdene Zuu en Karakhorum o el de Gandan Khiid en Ullanbatoor que se salvaron o han sido reconstruidos de las destrucciones masivas de la época soviética en los años 30 del siglo pasado y toda la iconografía budista asociada a los mismos. Impresionantes los cantos de garganta típicos y algún espectáculo de música tradicional con el violín de cabeza de caballo como instrumento estrella.



Ciudades: La capital Ulaanbaator, una ciudad que me sorprendió, con sus incipientes rascacielos al lado de los edificios gubernamentales de estética soviética. Con tres centrales eléctricas rodeándola y marcando su perfil sobre el cielo azul cobalto. Su millón largo de habitantes extendidos en kilometros y kilómetros cuadrados de parcelas con su ger, pero su trafico al más puro estilo occidental o sus grandes almacenes o ese ambiente nocturno propio de cualquier ciudad europea. El resto de ciudades, a años luz, como capitales de aimag vimos y paseamos Tsetserleg la capital de la provincia de Arhangai, donde nos encontramos con una curiosa convención de constructores y callejeamos por su mercado, o la antigua capital mongola Karakhorum o Mörön en Hövsgöl, además de algunos sum de poca población que apenas eran un conjunto de gers en parcelitas valladas de madera.

El mal rollo: La cosa no empezó nada, pero que nada bien. Con una serie de malentendidos encadenados (¡Ah! ¡La comunicación!) Rebeca se quedo en Barajas. ¡Cuanto la he echado de menos! Y ¡Cuanto me he acordado de ella! Y lo peor estaba por llegar porque temí que esto costara nuestra relación. Parece que no va a ser a sí. Pero aún no las tengo todas conmigo.

El buen rollo: Un grupo majísimo, con el que me hemos reído, hemos aprendido, hemos cantado, hemos luchado juntos por escalar las mayores montañas de arena, hemos cabalgado, hemos ido de compras, hemos tomado mucha cerveza (y yogurt), nos hemos contado confidencias, hemos expresado temores e ilusiones, hemos conocido a nuestras familias y amigos, hemos bailado, jugado al billar, al ajedrez y al final del todo nos hemos despedido prometiendo que volveremos a vernos.

En definitiva, un gran viaje que no obstante sirve para darse cuenta que como en casa no se vive en ninguna parte.

1 comentario:

Anónimo dijo...
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