No tengo nada que decir, o puede que sí, tengo cosas que decir, y no sé por donde empezar. Estoy en blanco, o en negro, o quizá en gris. No sé, algo pasa que ya no escribo con fluidez.
Repaso las entradas que he escrito y a las que no he dado luz verde para saltar del ostracismo de las entradas sin publicar al fragor de la batalla. No, no me apetece verlas aparecer por aquí. Muchas han caducado sin más, cuando nacieron no tuvieron fuerza para explotar y hoy ya no tienen sentido. Otras lo tienen, pero soy yo el que me veo con fuerzas para publicarlas. No les veo el momento.
Esta situación no es nueva para mi, es de hecho la habitual. Ya no me pongo a escupir párrafos a velocidad de vértigo, no, ahora pienso y repienso. Repaso, reescribo, borro, niego, corto, pego y acabo por no estar contento.
Me lo he planteado. ¿Que no daré por acabado este episodio de mi vida? Quizá ya solo sea lastre que haya que soltar, para poder volver a elevarse y vislumbrar el horizonte, bajo un nuevo y radiante sol de libertad creativa.
Hoy me siento prisionero de mi mismo y de los pocos o muchos que me leen que no me dejar arañar la pared lleno de rabia, o llorar de la risa o desesperarme abrazado a ti o saltar gozoso y golpearme el pecho con la mano abierta, gritando: "¡Yes!"
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