En nuestra casa no sonará el teléfono sin que nadie lo descuelgue. Ni las cartas se amontonarán el el buzón cuando nos vayamos de vacaciones.
En nuestra casa nadie nadará en la piscina, ni cocinará con sus pucheros. Nadie hará una paella es su paellero, ni se tumbará a la fresca en las noches de verano.
En nuestra casa no celebraremos cumpleaños, ni la Navidad, ni las Pascuas. A nuestra casa no vendrán a visitarnos amigos y familia. Nadie.
No pensaremos de qué color pintarla ni planearemos donde poner los libros, la compra recién hecha, la ropa sucia, o esas flores que te regalaron.
En nuestra casa no hará solina, ni tendremos goteras, ni moriremos de frío ni nos agobiaremos de calor.
En nuestra casa las camas serán de papel y no soportarán la humedad de las lágrimas y el reloj no marcará las horas eternas de espera e impaciencia.
Desde nuestra casa no sé verá amanecer, ni las estrellas ni aquel eclipse rojo que tu querías descubrir.
En nuestra casa ya no habrá suelos que barrer, ni cortinas que colgar ni ropa que tender. Ningún perro correteará por los pasillos, ninguna planta germinará es sus macetas.
A nuestra casa le darán igual las humedades y pasará lo mismo el otoño que el verano convertida en un triste proyecto.
A nuestra casa le carcomieron los cimientos tus palabras y mis silencios.
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