23 enero 2007

¡Aprendices!

Acabo de leer el libro ¡Aprendices! de Benjamín Ordaz.
Benjamín fue profesor y jefe de Estudios de la Escuela de Aprendices, donde yo estudié FPI y FPII. Guardo un grato recuerdo de él como profesor y como persona, sus clases de formación humanística estaban totalmente fuera de lugar en un sitio como aquel donde ibamos a "aprender un oficio", pero como tantas otras, que muchos las veian como un peaje necesario de pagar para acabar siendo Electrónico o Ajustador, otros las veiamos como una parte importante de la formación integral.
Siempre me causó admiración un hombre que pese a ser ya profesor de la escuela, seguía estudiando y aquellos tiempos estaba preparando el Doctorado. Ahora que conozco mejor su historia todavía lo admiro más.
El libro me ha emocionado, me ha hecho reir y llorar. Es cierto que no tiene ni un gran argumento ni probablemente un gran valor literario, sin embargo dibuja una época y unos lugares que, si bien por mi generación no he conocido, si que me son familiares por recuerdos colectivos, conversaciones de sobremesa en casa y mil historias contadas ante mí. También me emociona recordar a muchos de los que fueron mis profesores, ya como alumnos de la escuela o como profesores. Yo también viví durante una temporada en el barrio de la Palmereta, en la calle Larga, cuando mis padres estaban en Francia y viviamos con mis abuelos, y por supuesto, como aprendiz, me toco pasar por situaciones de las descritas en el libro, como las rotaciones de los oficios, o la elección de los mismos con el psicotécnico, las clases de dibujo o la costumbre de levantarse cuando algún profesor entraba a la sala, algo que nuestros compañeros del instituto o la laboral considerarían un verdadero vestigio del pasado.
Todavía mi curso, que acabó en 1985, se reune regularmente a echar unas risas, recordar aquellos tiempos y cenar, claro, y es cierto que ese espiritú que ya tenían los aprendices en los años 50 cuando transcurre el relato.
En definitiva, yo, que entré en la escuela de Aprendices por que mis padres pensaron que debía aprender un oficio, aunque a mí lo que me apetecía era estudiar, ahora me siento orgulloso de ello, (desde hace muchos años me siento orgulloso) pero la lectura de ¡Aprendices! me ha refrescado ese orgullo de pertenencia y esa forma de proceder, que efectivamente, creo que nos hacía que fueramos, no sé si mejores que los demás, pero sin lugar a dudas, buenas personas y buenos profesionales.

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