24 agosto 2006

Todos tenemos nuestros propios Andes

Acabo de leer de un tirón el libro "Milagro en los Andes" de Nando Parrado, me han enganchado totalmente. Conocía la historia, pero el relato en primera persona no creo que deje indiferente a nadie, sino al nivel de "El hombre en busca de Sentido" de Vicktor Frank desde luego la experiencia de los jovenes uruguayos que se estrellarón en los Andes y sobrevivieron 92 dias sin comida y saliendo por su propio pie, creo que es tan impresionante como la experiencia del psiquiatra judio en el campo de concentración nazi de Auschwitz.


La lectura me ha emocionado hasta llorar, pero no creo que esto sea lo más importante, el aprendizaje que se puede extraer de de un hombre que ha pasado por esta experiencia, son útiles no para alguién que se enfrente a una situación límite, sino más bien para todos los que tenemos que vivir cada día.
Como dice el propio Parrado: "todos tenemos nuestros propios Andes", las dificultades a vencer y también las herramientas, casi todas emocionales que debemos usar para superarlas, aunque a veces aparezcan como infranqueables, siempre podemos encontrar formas de hacerlo. Nando reconoce que luchaba contra aquellas montañas heladas, dando penosos pasos uno a uno con el único propósito de morir un poco más cerca de casa, de haber intentado llevarle a su padre la noticia de la muerte de su madre y su hermana.
Frankl nos recuerda que "Quien tiene un porque siempre encuentra un como", es pués este el primer paso, encontrar un porque, pués encontrar el como será algo que vendrá después

Dejo unos enlaces para el que quiera profundizar en la historia.

http://www.marietan.com/material_psicopatia/andes_parrado.htm = http://www.pagina12.com.ar/diario/dialogos/21-68687-2006-06-19.html
http://www.pagina12.com.ar/diario/espectaculos/6-11359-2002-10-12.html

22 agosto 2006

Coged las rosas mientras podáis

El Sábado me encontré con David Idarraga, hacía varios años que no sabía nada de él. Estudiamos juntos en el colegio de Begoña. Durante años fue la referencia de nuestra clase, siempre las mejores notas, siempre el hombre a batir, aunque no era fácil, solo alguno se atrevía a toserle muy de tarde en tarde.
Ya en casa encontré esta foto de nuestro curso, creo que de 6º de EGB, e inevitablemente me vino a la cabeza la escena de "El club de los poetas muertos" donde el profesor Keating saca a sus alumnos de la clase de Literatura y los lleva a la sala de la academia Welton, donde se exponen las fotos de las antiguas promociones del colegio:

Keating- ¡Oh Capitán, mi capitán!, ¿saben de dónde es eso? ¿Nadie lo sabe? ¿Ni idea? Es un poema de Walt Whitman dedicado a Abraham Lincoln. En esta clase pueden llamarme Sr. Keating o, si son más atrevidos, "Oh Capitán, mi Capitán".
Aclararé ciertos rumores para que no se den por hechos. Si, yo estudié en el infernal "Hell-ton", y no, en esa época yo no era el gigante mental que tienen ante ustedes, yo era el equivalente intelectual de un enclenque muchacho. Cuando iba a la playa la gente solia tirarme libros de Byron a la cara.
Bien... señor Pitts, que apellido tan poco agraciado. ¿Donde esta usted señor Pitts? Sr. Pitts, ¿quiere abrir su libro de himnos por la página 542? Lea la primera estrofa del poema.
Pitts- "Para que las virgenes aprovechen el tiempo".
Keating- Si, ese es. Muy apropiado, ¿no cree?
Pitts- "Coged las rosas mientras podáis.
Veloz el tiempo vuela.
La misma flor que admiráis,
mañana estará muerta..."
Keating- Gracias Sr. Pitts. Coged las rosas mientras podáis. La expresión latina de ese sentimiento es "Carpe Diem". ¿Quién sabe lo que significa?
Meeks- "Carpe Diem" es aprovecha el momento.
Keating- Muy bien señor...
Meeks- Meeks
Keating- Meeks, otro apellido peculiar.
"Aprovecha el momento", "Coged las rosas mientras podáis" ¿Por qué usa esa frase el autor?
Alumno- Por que tiene prisa.
Keating- ¡No! ¡Ding! pero gracias por concursar. Porque seremos pasto de los gusanos. Porque, lo crean o no, todos los que estamos en esta sala un día dejaremos de respirar, nos enfriaremos y moriremos. Así que aprovechad el momento, chicos.
Quisiera que se acercaran aquí, y examinaran estas caras del pasado. Las han visto al pasar, pero no se han parado a mirarlas
No son muy distintos a ustedes ¿verdad? El mismo corte de pelo. Repletos de hormonas igual que ustedes. Invencibles, como ustedes se sienten, todo les vá viento en popa, se creen destinados a grandes cosas como muchos de ustedes.
¿Creen que esperaron hasta que ya fue tarde para hacer de su vida un mínimo de lo que eran capaces?
Porque estos muchachos están ahora criando malvas. ¿Comprenden señores?
Pero si escuchan con atención, podrán oir como les susurran su legado
Acerquense. Escuchen. ¿Lo oyen?... Carpe... ¿Oyen?... Carpe... Carpe Diem. Aprovechad el momento chicos. Haced que vuestra vida sea extraordinaria.


No pude evitar pensar en ella cuando repasé las caras que habían en aquella foto, la mia (la 6ª de la primera fila), la de David (la 7ª de la fila de abajo), o la de Luis (4º de la 3ª) que murió en un accidente hace ya años. A algunos les he perdido la pista, a otros los sigo viendo regularmente, pero entre todos ellos, pasé yo mi niñez.


Mi Niñez
Tenía diez años y un gato
peludo, funámbulo y necio,
que me esperaba en los alambres del patio
a la vuelta del colegio.

Tenía un balcón con albahaca
y un ejército de botones
y un tren con vagones de lata
roto entre dos estaciones.

Tenía un cielo azul y un jardín de adoquines
y una historia a quemar temblándome en la piel.
Era un bello jinete
sobre mi patinete,
burlando cada esquina
como una golondrina,
sin nada que olvidar
porque ayer aprendí a volar,
perdiendo el tiempo de cara al mar.

Tenía una casa sombría,
que madre vistió de ternura,
y una almohada que hablaba y sabía
de mi ambición de ser cura.

Tenía un canario amarillo
que sólo trinaba su pena
oyendo algún viejo organillo
o mi radio de galena.

Y en julio, en Aragón, tenía un pueblecillo,
una acequia, un establo y unas ruinas al sol.
Al viento los ombligos,
volaban cuatro amigos,
picados de viruela
y huérfanos de escuela,
robando uva y maíz,
chupando caña y regaliz.
Creo que entonces yo era feliz.

Tenía cuatro sacramentos
y un ángel de la guarda amigo
y un «Paris-Hollywood» prestado y mugriento
escondido entre mis libros.

Tenía una novia morena,
que abrió a la luna mis sentidos
jugando los juegos prohibidos
a la sombra de una higuera.

Crucé por la niñez imitando a mi hermano.
Descerrajando el viento y apedreando al sol.
Mi madre crió canas
pespunteando pijamas,
mi padre se hizo viejo
sin mirarse al espejo,
y mi hermano se fue
de casa, por primera vez.

Y ¿dónde, dónde fue mi niñez?

JM Serrat.

Se acabó el verano

Es curioso, hoy muchos empiezan sus vacaciones, pero para mi se acabó el verano. Quedan vestigios es cierto, pero ya no hay agobios de turistas por las calles, algunos, pero muchos menos.
Hace calor, pero las tormentas ya hacen su aparición. La semana pasada subí al Garbí una tarde, ¡y pasé frio!
Estaba deseando que llegara el frio, de momento casi nada, pero ya se anticipa.
Del verano solo quedan los fines de semana, estos aún son de verano, pero los demás dias, otoño incipiente.
Dentro de nada abriremos el casal de la falla, los que se van ahora volverán, los turistas desapareceran, y sacaremos la manga larga.
Los veranos han perdido su encanto, ahora ya no hay moscas (apenas), ni siquiera mosquitos (solo al principio), su hueco lo han llenado las cucarachas americanas, esas rojas, grandes y descaradas que han sacado de nuestras casa a nuestra pobres cucarachas negras. Esto si es aculturación.

21 agosto 2006

Me gustan las personas

Me comentaba mi amigo Txasko a propósito de una conocida suya lesbiana, que una vez que salía con un chico, le preguntó:
- ¡Oye! ¿A ti no te gustaban las mujeres?
- No. A mi me gustan las personas.
Me pareció delicioso.